Escribir sin tener nada que escribir es como comer sin hambre. Decir algo que tenga sentido y a eso agregarle poesía se llama escribir. A su vez si se le agregan contenidos políticos lo convierten en oficio de riesgo.
El poder económico, que después se transforma en otros poderes, tratará de perseguir e invisibilizar por molesto al extraño de la corporación. La forma más reciente de combatirlo es utilizar programas que reúnan toda la información del universo que llaman inteligencia artificial, que agrupa vocales y consonantes y da como producto final un sentido alejado de la artesanía de la palabra con que trabajan los escritores. Se puede intuir de quien se trata por su monotonía, forma impersonal, estructura e intención de la redacción. Cualquiera puede tomar estos programas y pedirle que redacte un texto político, biografía o lo que fuere, y en pocos minutos tener párrafos que, con algunos cambios, saldría para la redacción de alguna publicación o para diarios importantes según de quien se trate y del tema abordado. Sería una forma de plagio intelectual que le daría aire de conocimientos e intelectualidad al firmante de la nota, pero solo tendría la inmediatez del papel de diario con que envuelven los huevos los verduleros.
El grave perjuicio que provoca esta escritura es el acostumbramiento a esa forma de decir las cosas, una forma neutra, dulzona y monótona que trata de imbéciles a sus lectores, de falto de lectura que les permita diferenciar un texto verdadero, escrito y sentido por su escritor. Iniciamos la escritura con los brazos apoyados sobre el escritorio, la lapicera o el teclado y todos nuestros pensamientos, con inteligencia emocional, raciocinio, y también con preconceptos y falencias, pero con nuestra identidad y firma verdadera. Se podrá decir que el sabor puede ser de distintos gustos de acuerdo a los paladares de los lectores, pero nunca que se olvidarán lo leído. Nos quedará una sensación de placer, mezcla de alegría y de haber incorporado algo valioso y abstracto que forma el ser sensible que debemos construir todos los días para comprender a los compañeros de existencias. Debemos luchar para combatir la indiferencia, el autoritarismo, el poder del dinero, las corporaciones y aprender a convivir. Las expresiones artísticas en todas sus formas van en ese camino. El mundo humano es único e incomparable y sus formas de expresión nos hace diferente a toda forma de vida.
Por carecer de sentimientos el falso y fraudulento escribiente llamado “inteligencia” artificial no podrá expresar la sensación de finitud, única e irrepetible con la que convivimos los humanos y nos hace expresar con angustias, tristezas y soledades a los autores de textos.
Cuando anochezca en el universo y tengamos que partir para encontrar otro lugar donde sonreír y mirar atardeceres, iremos con nuestros artistas de la palabra escrita para mostrar lo que somos y como expresamos con letras, como dijo un amiguito de otra especie animal, lo invisible a los ojos.
Roberto Rule
robertorule@yahoo.com.ar